Soy un investigador y docente de derecho colombiano que realizó sus estudios doctorales en el Centro de Estudios Sociales. Mi primer encuentro personal con el profesor Boaventura de Sousa Santos fue en un pequeño debate en el cual manifesté mi inconformidad con la forma de administración de las becas asignadas a estudiantes que proveníamos desde países del sur global. En mi caso perdía la oportunidad de una beca otorgada por la (FCT) Fundación Para la Ciencia y la Tecnología en Portugal por problemas a la hora de convalidar mi título de pregrado. La actitud del profesor Boaventura me pareció humilde y comprensiva, aceptando que la realización de un proyecto político y académico alternativo como lo es el Centro de Estudios Sociales (CES) estaba mediado por formas de producción y comprensión estatal propias del norte global. He sostenido desde entonces una relación cordial con el profesor Boaventura, a través de intercambio de correos electrónicos en el que siempre ha mostrado un interés por estimular el intercambio respetuoso, crítico y con rigurosidad científica. Apoyando constantemente los procesos organizativos, académicos y políticos en particular de aquellos que venimos de países periféricos.
Tuve también la oportunidad de asistir a múltiples conferencias del profesor todas masivas y que terminaban en un “jantar” una cena colectiva en la que muchos íbamos a compartir una buena comida, vino, poesía e intercambiar experiencias con personas de diferentes orígenes, lo cual enriqueció mi tiempo en la ciudad de Coimbra. Por eso los hechos descritos en el capítulo de libro The walls spoke when no one else would, me parecen difíciles de crear, allí se retrata un ambiente pernicioso que resulta difícil de aceptar para quienes asistimos a estas invitaciones e inclusive se narran hechos relacionado con la geografía de lugar que son evidentemente imprecisos, esto es obvio para quienes vivimos en la pequeña y acogedora ciudad de Coimbra.
Tristemente desde mi tiempo como estudiante comencé a sentir una campaña de desprestigio contra el profesor Boaventura, pero en general contra cualquier forma de “violencia simbólica heteropatriarcal”. No obstante, nunca logré evidenciar que estas denuncias fueran adelantadas ante el sistema jurídico portugués o que fueran discutidas en los escenarios académicos que para ese entonces aún eran abiertos y tolerantes en el CES. Este clima de cancelación lo puedo ejemplificar recordando que en alguna ocasión ante la visita de un profesor y activista político español un grupo minoritario de feministas se escandalizaron porque el conferencista tuvo que abandonar rápidamente un panel acompañado con una académica indígena de guatemalteca. Según este grupo el expositor había violentado a la académica al dejarla sola mostrando rasgos de misoginia y desvalorización del rol de la mujer en la universidad. Ahora como investigador posdoctoral debo manifestar que este clima de censura moral se ha expandido en el CES, al mismo tiempo las investigaciones académicas que implicaban un desafío epistémico y político han sido relegadas o invisibilizadas porque este grupo representante del feminismo blanco europeo sacraliza y depura la “academia sana libre de violencia de género” acallando la voz de otras violencias como la racial (uno de los acusados también resulta ser uno de los pocos profesores no blancos del Centro académico.
En relación a la condena moral adelantado contra el profesor Boaventura de Sousa me parece justamente esto una condena y no un proceso. En diferentes círculos académicos se ha pasado rápidamente a la cancelación de la persona sin que tuviera garantías del debido proceso, se le ha condenado a priori mediante un capítulo de libro que nunca menciona datos concluyentes que demuestren la supuesta responsabilidad por acoso sexual. Como defensor de derechos humanos desde hace más de quince años en Colombia el debido proceso resulta un derecho fundamental en mi experiencia laboral. Desafortunadamente ha sido descartado desde el inicio del caso, de hecho un colega académico colombiano me ha manifestado “después de lo ocurrido con el profesor Boaventura, todos somo culpables hasta que demostremos lo contrario en caso de ser señalados de acoso sexual”, esto como abogado defensor de DDHH me ha parecido un despropósito y nos lleva a poner en riesgo la forma de concebir el derecho como un sistema garantista, lo que implicaría retroceder al menos dos siglos atrás.
A modo de conclusión he seguido la carrera del profesor Boaventura de Sousa y considero que toda una vida de compromiso académico y político por la creación de un marco teórico que resalte los saberes y los sujetos del sur global se encuentran hoy en la encrucijada. He tenido la oportunidad de compartir en los espacios académicos y culturales en los que presuntamente ocurrieron hechos de acoso sexual, también he sostenido una relación cordial y de permanente formación académica y humanista acompañada de las enseñanzas del maestro Boaventura. Por ende, el profesor debería contar con las garantías defensa y presunción de inocencia como pilares de la justicia y los derechos humanos. Con la cancelación de Boaventura De Sousa se socaba igualmente la legitimidad de movimientos sociales y políticos alternativos, sustituidos por grupos con agendas más limitadas y sectoriales que no están particularmente involucrados ni interesados en la defensa y emancipación de un sistema global mas justo.
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