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Augusto Raúl Paulino

Mi solidaridad con el profesor Boaventura De Sousa Santos













Dr. Augusto Raúl Paulino, Juez del Supremo Tribunal de Mozambique, jubilado

Las acusaciones de acoso sexual y moral contra el profesor Boaventura de Sousa Santos y algunos miembros del equipo que dirigía, como director del Centro de Estudios Sociales (CES) de la Facultad de Economía de la Universidad de Coímbra, salieron a la luz y fueron ampliamente amplificadas por diversos medios de comunicación y activas redes sociales, en plena era digital y en un mundo global. 


Conozco al Dr. Boaventura de Sousa Santos, sociólogo y jurista, profesor de la Facultad de Economía de la Universidad de Coímbra, desde hace bastantes años, concretamente desde que dirigió una investigación en Mozambique cuyo resultado es un libro en dos volúmenes titulado: Conflicto y transformación social: un panorama de las justicias mozambiqueñas. Fui uno de los entrevistados y participé en los seminarios de validación de los resultados de este estudio.


Posteriormente, fui uno de sus invitados al Coloquio Internacional sobre Justicia en el Siglo XXI, donde presenté el tema: “Delincuencia global e inseguridad local: el caso de Mozambique”[1], con repercusiones relevantes tanto a nivel nacional como internacional. De hecho, este artículo es citado con frecuencia por académicos y medios de comunicación nacionales e internacionales. Aquí, en Mozambique, ha sido la cadena de televisión privada STV la que lo cita sistemáticamente, tanto en sentido de aprobación como de crítica, lo cual no deja de ser relevante.


El profesor Boaventura de Sousa Santos es un gran amigo de Mozambique y muchas veces ha sido invitado a dar conferencias gratuitas sobre diversos temas, como el desarrollo humano, la ciudadanía, la economía política y la justicia. Como le he citado a menudo, es el mentor de varios textos sobre la politización de la justicia y/o la judicialización de la política. En el marco de su amistad con Mozambique, fue padrino del presidente Joaquim Alberto Chissano, cuando éste fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad de Coímbra.


Nuestra amistad comenzó en la década de 2000 y, más tarde, aceptó ser mi supervisor para un doctorado que quedó en segundo plano porque decidí dar prioridad a un doctorado en Derecho. Y volveré, con él como supervisor de ese doctorado, mientras tenga la gracia de vagar por esta hermosa patria terrenal.


Dicho esto, tengo credenciales para decir que conozco bien su nivel de exigencia. El profesor Boaventura es muy exigente. De verdad muy exigente. Plantea exigencias acordes con su dimensión académica. Esta exigencia es a menudo mal entendida por algunos candidatos. He dicho bien: candidatos, y no me refiero todavía a las candidatas.

Supongamos, aunque sólo sea como hipótesis, que cuando las mismas exigencias que se le hacen a un hombre se le hacen a una mujer, el cuadro psicológico femenino puede dispararse y alimentarse con la idea de que el supervisor intenta, al exigirle demasiado por su actividad académica, condicionar y crear fragilidad, por su condición de mujer, con fines pasionales. Por tanto, debemos conceder siempre el beneficio de la duda, siempre que no haya contradicción. Me abstengo, por ahora, de discutir las cuestiones de fondo, pero me limitaré a señalar que sus orientados y orientadas son normalmente personas adultas, con amplia libertad de conciencia y de acción, y con libertad de uso de razón y con acceso a todos los medios legales ordinarios para exponer su caso en tiempo récord, si no, al menos de manera oportuna, sobre todo en una universidad con más de 734 años de historia [2], como la de Coímbra (la más antigua de Portugal).


La psicología de masas de basta una chispa y el resto seguirá en cadena puede ser peligrosa. De hecho, la producción de pruebas sustanciales para los delitos de acoso sexual o acoso moral es muy exigente, con el riesgo de llegar al final y concluir que la montaña parió un ratón. Lo cual, por supuesto, sería bueno para el maestro. Pero siempre con la sensación de que todo eso podría haberse ahorrado.


Llegados a este punto, para quien conoce al profesor Boaventura, sabe que es muy frecuentado, porque le gusta un tipo de planteamiento que se salga del statu quo, que esté fuera de la caja, le gusta un abordaje innovador y desafiante, y por eso, rechaza muchas peticiones de orientación, cuando no tienen que ir por ese camino, cuando es para decir o defender más de lo mismo. Si no fuera tan bueno, no sería tan solicitado. Si fuera toda esa pintura que magnifican los medios, no sería tan concurrido como es. Sería un académico común, sin nada a su favor.


El profesor Boaventura es un patrimonio académico universal envidiable. Ha sido la voz de los sin voz. De hecho, a través de sus intervenciones sociales en los foros sociales mundiales, ha contribuido a influir positivamente en las políticas sociales y económicas nacionales e internacionales. La agudeza de sus intervenciones en foros multilaterales en Europa, América y África, le ha granjeado no sólo el prestigio de sus allegados ideológicos, sino también la antipatía de quienes desvirtúan sus posiciones. Pero si un académico de su calibre no fuera irreverente, no interesaría ni a sus seguidores (alumnos), ni a la academia y a la sociedad portuguesa en particular, ni a la sociedad global en general. Aunque se jubiló, nunca dejó de ejercer su actividad docente; de hecho, un hombre de su talla no se jubila para quedarse en casa rascándose el ombligo, mientras haya conocimientos que difundir.


La vida en la tierra no consiste en poner o no las manos en el fuego por alguien. Yo no abandono a mis amigos, incluso en circunstancias difíciles. A menos que ellos me abandonen a mí, como ha ocurrido con unos y a otros. Es más, no abandono a mi maestro. No soy como Pedro, que negó a su maestro tres veces [3]. Siempre que quise una carta de recomendación, el profesor Boaventura me la dio; cuando le pedí que fuera mi supervisor para ese doctorado, aceptó de buen grado. Debido a esta conexión, no puedo darle la espalda y participar, por adelantado, por omisión, en este festival de destrucción pública del carácter de un hombre, a menos que pruebas posteriores, consistentes, inequívocas e irrefutables me llamen a aceptar una justa censura legal.


Hago cuestión de que este artículo se publique, en pleno Viernes Santo, en mi sitio web Mi amor por los chismes jurídicos, con algunos lectores. En este día santo, nuestro Señor Jesucristo fue crucificado a expensas de una turba irresponsable que, en un juicio sumario, sin derecho a defensa ni contraargumentación, exigió la muerte de un inocente. El informe de la Comisión de Investigación no es vinculante. Sólo un juicio responsable con sentencia firme e inapelable puede llevarnos a una conclusión desde cualquier perspectiva, pero un juicio en la plaza pública no puede ser defendible en pleno siglo XXI. Si hubiesen indicios suficientes para llevar el caso a juicio, puede que ni siquiera esté justificado llevarlo a los tribunales debido a la fragilidad de las pruebas.


Lamento también que una doctora mozambiqueña, que trabaja desde hace muchos años en el Centro de Estudios Sociales de la Facultad de Economía de la Universidad de Coímbra, como profesora e investigadora, se haya visto arrastrada al mismo fango. Prefiero omitir su nombre para protegerla, ya que no ha tenido tanta publicidad entre nosotros como el maestro, a quien expreso mi solidaridad y espero que su integridad permanezca intacta, al margen de cualquier vilipendio público.


A los dos, mi abrazo fraterno de corazón, con la certeza de que estamos y estaremos siempre juntos.


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